Nadie nos regaló nada. No llegamos a esta final por suerte. Fue esfuerzo, fue aguantar cuando las cosas no salían, fue seguir entrenando aunque a veces no dieran ganas. Somos Otakar, un equipo que empezó sin nada, pero con las ganas de todos.
Al principio no teníamos cancha fija, no teníamos camisetas iguales, ni gente mirando desde las gradas. Pero sí teníamos algo más importante: un grupo que se comprometió desde el día uno. Que creyó cuando era más fácil bajarse.
Fuimos creciendo partido a partido. Aprendimos de las derrotas, nos hicimos más fuertes con cada obstáculo, y hoy estamos acá. En la final. Mirá hasta dónde llegamos.
Esto no es casualidad. Es trabajo, es unión, es haber entendido que lo que vale de verdad se construye con el tiempo, con paciencia, con humildad. Ganemos o no, ya hicimos historia. Y lo hicimos juntos.
Ahora es el momento de disfrutarlo, de dejar todo, como siempre hicimos. Porque Otakar no es solo un nombre. Es lo que fuimos, lo que somos y lo que vamos a seguir siendo.
¡Vamos Otakar, hasta el final!